Por Chris Colbert
En la década del 60, Gordon Moore, el fundador de la empresa estadounidense Intel, predijo que el poder de las computadoras se duplicaría cada año. Lo que se infería en su pronóstico era que, a medida que la potencia informática creciera exponencialmente, su precio disminuiría al mismo ritmo. Su predicción se conoció como la Ley de Moore.
A medida que la Ley de Moore se iba haciendo realidad, cada vez más compañías de todo el mundo asumieron la necesidad de invertir en más tecnología, de innovar, de cambiar como nunca antes lo habían hecho, o se sentían obligadas a transitar este camino.
Las nuevas tecnologías digitales, potentes y rentables, ofrecieron a las organizaciones la promesa de una mayor eficiencia empresarial, una conexión mucho más personal con sus clientes, la capacidad de eliminar funciones que no generaban valor, desde escleróticos procesos de infraestructura y tecnologías heredadas hasta interfaces de usuario complejas o innecesarias, y la motivación para re-pensar toda su oferta de productos o servicios.
En la última década, las promesas de estas tecnologías han llegado a conocerse como "Transformación Digital". El término sugiere que las empresas pueden (o deben) actualizarse, transformar su forma de operar y pasar de procesos analógicos a digitales y, al hacerlo, mejorar su rendimiento o, simplemente, mantenerlo. Hay que remarcar que esta forma de entender la Transformación Digital en todas las industrias siempre ha implicado un antes y un después, como se refleja en la siguiente definición de diccionario:
“Transformación es un cambio completo en la apariencia o el carácter de algo o alguien.”
A pesar de lo seductoras que han sido las promesas de la Transformación Digital para las grandes y pequeñas empresas, locales y mundiales, este paradigma contiene dos supuestos erróneos:
A) El primero es que la Transformación Digital consiste, solamente, en adoptar nuevas tecnologías.
Esto no es así, porque debemos tener en consideración que las tecnologías por sí mismas nunca cambiarán nada. Lo que determinará el éxito de una institución es cómo se implementan y cómo cambian las organizaciones y las personas que las utilizan.
B) El segundo es que los procesos de Transformación tienen un final, un después.
Pero, en realidad, lo que sucede es que el ritmo del cambio jamás se detendrá. Las arenas movedizas de la dinámica del mercado, los competidores y las expectativas de los clientes sólo cambiarán más rápido, y la necesidad de transformación nunca terminará. Tan solo habrá que volver a empezar y transformarse en algo más, una y otra vez.
Esto quedó más claro que nunca antes tras la pandemia de Covid-19. La naturaleza introdujo una nueva y desconocida fuerza que sacó a la sociedad de su zona de confort en un abrir y cerrar de ojos. De un día para otro empezamos a vivir en un mundo distinto, en el que se hizo evidente con bastante rapidez que la Transformación Digital no era suficiente para las empresas para prosperar, sobre todo, ante la adversidad.
En esta nueva realidad, la clave para sobrevivir era adaptarse. ¿Y qué entendemos exactamente por adaptación? De nuevo, el diccionario lo explica a la perfección:
“La adaptación es una modificación de un organismo o de sus partes que lo hace más apto para la existencia.”
Más contextualmente, la adaptación es la capacidad innata de cualquier entidad para responder continuamente a los cambios del entorno con el fin de garantizar su existencia de forma continuada.
La adaptación en el sector empresarial no difiere de la adaptación en la naturaleza, en el sentido de que requiere la evolución constante de distintos atributos para que la entidad sobreviva. En la naturaleza, una especie sobrevive cuando se adapta física, fisiológica y psicológicamente, al tiempo que modifica su papel en la cadena alimentaria, su finalidad.
En el mundo de los negocios y en la industria financiera los atributos adaptativos son sorprendentemente similares:
Las organizaciones deben cambiar físicamente adoptando nuevas tecnologías y procesos, al tiempo que desarrollan nuevos productos y servicios.
También deben cambiar su fisiología, su forma de trabajar, la manera en que sus productos, servicios y procesos crean o no valor.
Esta explicación sobre la adaptación termina de dimensionarse al llevarla al nivel del management, ya que Harvard Business Review no dudó en considerarla "una nueva ventaja competitiva", y EY dejó en claro que "150 líderes del C-Level aseguran que la adaptabilidad es una de las cinco principales habilidades que consideran necesarias para tener éxito en el futuro".
Todo lo anteriormente expuesto ilustra por qué la Transformación Digital ha llegado a su fin. No es un camino equivocado para seguir, pero tampoco es el necesario para prosperar y sobrevivir en un mundo en constante evolución.
En esta nueva realidad, la clave es aprender a adaptarse, a responder de forma continua, inventiva y eficaz a la creciente marea del cambio. La adaptabilidad ya no es un "deseo" o algo “que sería bueno incorporar” en una organización, sino un “deber” existencial. Por lo tanto, la Era de la Adaptación Infinita ha comenzado.
Este año la Conferencia ¡Fintech Americas Miami 2023! los días 4 y 5 de mayo en el icónico Hotel Fontainebleau en Miami Beach incluye una oportunidad especial para 100 selectos ejecutivos líderes de la banca. Será un intenso e interactivo preludio de nueve horas, titulado “Cómo Construir una Institución Financiera Más Adaptativa”.
Los participantes se irán con los insights críticos y las herramientas prácticas que necesitan para ponerse a la delantera convirtiendo la capacidad de respuesta al mercado en una competencia core de su institución.
La MasterClass está limitada a los primeros 100 registros y es requisito que los participantes estén en roles de toma de decisiones en sus instituciones. Puedes saber más y registrarte aquí.